Por Matías Chompi Godoy

Introducción. Derrotar la derrota: para qué estudiar a Giudici.

Para un revolucionario no debe haber miedo en hablar de la derrota, porque la derrota es una posibilidad, y varias veces una realidad. Por eso la derrota es a su vez un gran denominador común en la historia de la inmensa mayoría de los pueblos. Buena parte de los intelectuales populares y revolucionarios son intelectuales derrotados.

Los esfuerzos de Lenin, de Gramsci, del Che Guevara se constituyen en un esfuerzo por superar derrotas. Derrotas momentáneas, coyunturales, pero derrotas. Dar vuelta la tortilla.

Su esfuerzo intelectual se orienta en que las luchas de los pueblos desemboquen en torrentes revolucionarios capaces de derrotar la derrota, es decir construir la victoria desde la derrota momentánea.

Si podemos hablar de la derrota, no estamos derrotados. Si podemos mirar todo el panorama, explorar el campo, reconocer el terreno, identificar las ventajas, saber cómo está armado nuestro enemigo, con qué recursos cuenta y con qué recursos contamos, tenemos la posibilidad de discutir su política y nuestra política.

Hay victorias por supuesto, y no son excepciones. No sirve pensar en excepcionalidades y aislar las luchas de los pueblos. Las victorias deben inscribirse dentro del gran proceso revolucionario mundial, siempre con la posibilidad de retroceso y de nuevas victorias. Se pueden y se deben reconocer las particularidades en un proceso histórico. Lo que ese reconocimiento debe evitar es cortar las conexiones de una revolución con su tiempo y su continente. Medir las distancias, reconocerlas más largas o más cortas no encerrar un país en una runa de cristal, ni siquiera a una isla. El proceso histórico general analizado desde el materialismo histórico se revela plural, diverso y multilineal. Distinguible. Los pueblos se unen, se funden y se diferencian. Tampoco se trata de conocer para adivinar el futuro, sino para trabajar en el presente. El pensamiento que no trabaja es un pensamiento impotente, sin poder. Debe reorientarse. Un intelectual por ser militante, y un militante por ser intelectual, debe crear y aplicar un pensamiento para la acción. “De lo vivo a lo abstracto, y de esto nuevamente a lo concreto” resume Ernesto Giudici. El estudio de la historia de los pueblos y el pensamiento de sus luchadores, debe inscribirse en esa tradición que no olvida las luchas como pretenden las clases dominantes, y que tampoco cree mitos en los que sea imposible reconocer la propia militancia y la propia organización política en un contexto histórico. No seguir estos dos lineamientos nos lleva irremediablemente a que en nuestra comprensión del pasado nos encontremos con verdaderos mare incognitum de nuestra propia historia, con terrenos no explorados, desconocidos, de los que tímidamente podemos animarnos a hablar. Historias que no podemos contar. Debates que no conocemos y que ignoramos sus experiencias prácticas y sus consecuencias actuales. Personalidades decisivas que ignoramos como las de decenas de líderes del pueblo que nos impiden conocer mejor nuestro presente.

Este ensayo se propone navegar por una pequeñísima parte de ese mare incognitum. Es en la praxis militante de Ernesto Giudici donde podemos encontrar una biografía política que entrecruza una visión privilegiada de los acontecimientos políticos e históricos, que más allá de los errores y aciertos que cometiera, y también más allá y pese a los acuerdos o desacuerdos que nuestras opiniones puedan tener con las de Giudici, su vida militante lo volcó a producir reflexiones que abarcan nada más ni nada menos que casi sesenta años de vida política argentina. Desde 1930 hasta 1988, pasando por el Partido Socialista, luego al Partido Comunista, en el que militó casi 40 años hasta su renuncia en 1972, para continuar escribiendo incluso en defensa del marxismo hasta 1988 desde páginas aparentemente extrañas como El Observador Público, pero que le permitieron un sustento de vida y un espacio de difusión.

Al momento de escribir este ensayo de 1972 se cumplen cincuenta años. Y el año que viene, cincuenta años de 1973, luego ’74, ’75, ’76… ¿Tenemos algo para reflexionar de esos hechos? ¿Es que acaso en 2023 el campo popular no discute, ante la negación frente a las cámaras de toda una dirigencia, de la certera posibilidad de una derrota ante la derecha en las próximas elecciones presidenciales? ¿O, lo que tal vez pueda ser peor, en una victoria del Frente de Todos, pero reconvertido finalmente en un frente enteramente del orden y del ajuste? Estas preocupaciones inundan el campo popular en general, y el de les revolucionaries en particular. Como en aquel entonces la derrota es una posibilidad.

Las reflexiones de Ernesto Giudici, así como las de numerosos pensadores se inscribe en un pensamiento desde la derrota. Pero para vencer.  La renuncia de Giudici es expresión de una posición comunista derrotada, una de tantas. Es así una derrota para una parte del partido. Esa derrota se inscribe a su vez en un contexto de derrota del peronismo de izquierda, y de su dirigencia, contra la derecha peronista. Y de marco nacional una victoria de la derecha, y luego la más terrible derrota popular con la dictadura genocida de 1976.

No por nada la Carta de renuncia de Giudici se subtitula “El Poder y la Revolución”.

En 2019 hubo un golpe de estado en Bolivia. Fue impredecible. Semanas antes nadie hubiera apostado tal realización. Y si no se descartaba su posibilidad, por el mero hecho de ser una posibilidad y que merece ser tenida en cuenta, su concreción fue un verdadero caos. El pueblo boliviano se recuperó rápidamente, pero el golpe ha imprimido un registro. La memoria puede añadir un golpe de derecha más al recuento. Más poder para la clase dominante. El poder popular expuesto. La revolución si no interrumpida, vulnerada.

La inteligencia o la curiosidad de mirar al pasado, cuando en el presente el futuro resulta al menos incierto, difícil de dilucidar, por no decir oscuro, siempre puede aportar aciertos en el campo del pensamiento y en el campo de la acción.

No es que el cincuentenario le otorgue una esencia de atracción natural a la visita de esos hechos, ni que el Ernesto Giudici sea una especie de mesías a ser traído para salvarnos, sino que lo aglomerado e inescrutable de los desafíos por venir obligan a apreciar la marcha del proceso popular, es decir de la vida y las luchas del pueblo, en perspectiva histórica. Dónde estamos parados los argentinos en un contexto de resurgimiento de la crisis de la clase política, de una desorientación general de las luchas populares, y de un incremento del poder de la derecha en la disputa hegemónica, tanto a través del crecimiento del partido de la extrema derecha, como a través del corrimiento más a la derecha de los partidos de derecha. En este contexto la perspectiva giudicieana, por su rango histórico y su calidad política ideológica, es ejemplar.

Horacio González, en su intervención en una asamblea de Carta Abierta organizada en el Parque Centenario el 23 de enero de 2016, planteaba ante el reciente gobierno macrista pensar “una dimensión de resistencia, que cada uno sabrá definir en su conciencia con toda la dificultad que esto implica, porque no hay que repetir historias, no hay que calcar experiencias de otros pueblos ni siquiera del nuestro, pero hay que tener el suficiente cariño que nos despierta una palabra que nos permita seguir viviendo, pensando. La resistencia es inaprensible, pero cuando la pensamos íntimamente sabemos bien de qué se trata”. El pensamiento de Giudici aporta en esa dimensión.

Es claro que la capacidad de responder tales interrogantes debe surgir del pueblo, como han surgido en demasías veces a través de sus representantes políticos. Diversidades, hombres y mujeres que han dado la vida entera por la salvación de la patria y la liberación de la clase obrera, y que con sus contradicciones, con sus identidades, con sus actitudes y decisiones constituyen las generaciones anteriores de luchadores populares.

El Partido Comunista como parte del pueblo cuenta con miles de elles, muches de les cuales se han destacado, como destacan las personas que potenciadas por su comprensión del rol colectivo, logran el más grato recuerdo tanto de quienes aún viven como de las nuevas generaciones. Que en muchos casos no les conocieron. Es el gran ejército de dirigentes que tiene y ha dado el pueblo argentino. Quienes han cumplido con la profesión más honrosa, al decir de Marx, ser recordados con las cálidas lágrimas de quienes continúan su lucha.

El objetivo de este ensayo es que quien lo lea quede familiarizado con el pensamiento de Ernesto Giudici, con especial foco en su lectura por militantes marxistas.

El pensamiento de Ernesto Giudici es holístico, totalizante. De su estudio pueden desprenderse aportes para pensar las crisis partidarias, las crisis en el marxismo. Pero no todo es crisis, también aporta a cómo debe ser un militante revolucionario, como debe organizar los debates un militante comunista. Giudici debate acerca de qué es ser comunista. Debate acerca de las características del capitalismo argentino, y pone en cuestión la idea de “semifeudal” vigente en el marxismo del siglo XX. Giudici reflexiona también sobre el rol de los propagandistas fascistas y se esfuerza por distinguir las verdaderas reivindicaciones populares de la propaganda fascistizante.

A esta introducción siguen 3 breves partes. La primera es una breve biografía de Ernesto Giudici. La segunda es una invitación a la lectura de Carta a mis camaradas, una suerte de introducción al libro. La tercera parte es una extracción de las principales ideas de Ernesto Giudici para terminar de acercar su pensamiento a problemáticas que atraviesan cotidianamente nuestras luchas, así como atravesaron las de Ernesto.

El título de este ensayo “Todo lo humano” toma su nombre de las propias palabras de Ernesto Giudici, que explica que era el título que pensaba ponerle a una obra sobre su pensamiento que no pudo escribir, y que en cambio debió conformarse con algo más breve.

Primera parte: Breve biografía de Ernesto Giudici.

Uno de esos grandes dirigentes fue Ernesto Giudici. Urge, entonces, una breve biografía política. Nació en 1907. Comenzó a militar en el Partido Socialista en los años '20. Fue expulsado de la Facultad de Medicina en 1932 por organizar una actividad contra la dictadura de Uriburu. Escribirá entonces Derechos que el despotismo anula, un alegato en su defensa que fuera publicado con una introducción del profesor y marxista Gregorio Bermann, largos años miembro del PC.

Giudici se unió al partido a mediados de la década del '30 junto a la camada de Benito Marianetti, que provenía también del PS, quien en ese momento escribió su famoso "La conquista del poder", como manera de debatir y poner sobre la mesa su transición del PS al PC.

Ernesto fue director de la revista Contra Facismo, en la que escribía con Aníbal Ponce, entre otros. Allí investigó sobre la penetración de capitales alemanes en Argentina que reunió después en un libro llamado Hitler conquista América. Pueden encontrarse artículos de Giudici en las históricas revistas Claridad, Cauce, Icaria.

La producción de Giudici no puede leerse con pretensiones de linealidad simple ni escindidas de los contextos políticos en Argentina, incluso su mayor o menor distancia con la línea del partido.

En 1943 va a publicar Imperialismo inglés y liberación nacional, un texto al cual diversas opiniones le atribuyen “anticipar al peronismo” al describir a una parte de la clase trabajadora de aquel entonces. Pero más tarde, bajo su dirección de La Hora se publicarán suntuosas críticas al peronismo, incluso en una Conferencia del partido realizada en 1946, y más tarde oponiéndose a algunos elementos de la reforma constitucional de 1949.

Esas experiencias no le impedirán para nada trabajar entre las décadas de 1950 y 1960 en impulsar diversas revistas junto a John William Cooke, Alicia Eguren, Ismael Viñas, Isidoro Gilbert, Héctor Agosti, entre otros. Al contrario, como las circunstancias y los momentos lo demanden, siempre se encontrará a Giudici trabajando en iniciativas frentistas junto a diversos dirigentes del campo marxista, de izquierdas, nacional, popular y revolucionarios.

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John William Cooke con Ernesto Giudici.

En 1963 no pudo participar del XII Congreso del Partido por estar preso bajo la dictadura de José María Guido. Al respecto, Néstor Kohan reseña que compartió la cárcel con Osvaldo Bayer, quien entrevistado por Kohan recordó que “las clases las daban Giudici y Raúl Sciarreta. Yo hablé muchísimo con Giudici. Era un tipo de una gran amabilidad, escuchaba a todos, con paciencia. Ése era su mejor rasgo. Respondía a todos los presos dándole importancia a cada uno. Me pareció un verdadero humanista.”[1]

En 1964 pasa una breve estadía en Cuba, donde se entrevista con el Che Guevara y difunde su pensamiento en La Habana. En el archivo personal de Ernesto Giudici, como reseña Nestor Kohan, puede encontrarse “un prólogo que Giudici escribió en La Habana destinado a presentar su libro Problemas ideológicos, científico-técnicos y filosóficos en la universidad (Buenos Aires, 1959). El prólogo está fechado en septiembre de 1964 y termina así: "Escribo estas líneas con el corazón palpitante de la Revolución Cubana y ante el esfuerzo conmovedor de sus trabajadores manuales e intelectuales, ahora unidos en un solo haz. La Revolución Cubana precipita el gran cambio social en el continente hacia el mundo de la liberación del hombre. Yo dejo estas páginas escritas en el fragor de otras batallas y con la imagen del heroísmo en el trabajo y la milicia llevo conmigo el goce de la tenaz, amplia y profunda labor educativa de esta transformación del hombre cubano"”.

Por esa época Giudici mantiene un debate con el filósofo Carlos Astrada, quien fuera discípulo de Heidegger, acerca de la cuestión de la dialéctica y la alienación, a raíz de la publicación del libro de Carlos Astrada “Hegel y la dialéctica”

En 1966 publica “Educación, Revolución Científico-Técnica y Reorganización Universitaria. La Segunda Reforma” que fue reeditado en el 2010 por el Centro Cultural de la Cooperación, y vuelca su esfuerzo en pensar acerca de una Segunda Reforma Universitaria en Argentina.

Ernesto Giudici junto al Che Guevara en La Habana, Cuba.

En noviembre de 1972 renuncia al Partido Comunista. En 1973 publica Carta a mis camaradas, que será analizado más adelante, al igual que Alienación, marxismo y trabajo intelectual, publicado en 1974. Allí reúne una serie de reflexiones publicadas originalmente en 1964, al calor del debate internacional producido por la notoriedad que cobrasen Los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 de Karl Marx. Los Manuscritos fueron publicados inicialmente en 1932, pero relegados por el estalinismo. Tras la finalización de la segunda guerra mundial en 1945 y más tarde con la muerte de Stalin en 1956, los Manuscritos verán los ojos de miles de lectores alrededor del globo, siendo analizados por numerosas corrientes de pensamiento. A ese debate álgido en la década de ‘60 se suma Ernesto Giudici con unos trabajos publicados en los Cuadernos de Cultura del Partido Comunista, luego ampliados y republicados en 1973 bajo el título ya mencionado de Alienación, marxismo y trabajo intelectual.

En la década de ‘80 Giudici debió trabajar en el Informador Público, pues no conseguía trabajo en otros medios editoriales. También publicó notas en Todo Es Historia, Sur, entre otros medios. Falleció el 6 de julio de 1992.

En 1986 se realizará el XVI Congreso del Partido Comunista, punto álgido del proceso conocido como “el Viraje” del partido. Al respecto, en el año 2000, Patricio Echegaray reflexiona que “Ernesto Giudici tiró un manifiesto importantísimo y antecesor directo de muchos de los debates del XVI Congreso”[2]. Sobre la relación entre el pensamiento de Ernesto Giudici y El Viraje, desarrollaremos más adelante.

También en el 2000, el Partido Comunista organizó a través de la Cuadernos Marxistas un homenaje a tres de sus dirigentes: Héctor Agosti, Rodolfo Puiggrós, y Ernesto Giudici. El ciclo se llamó “Los Intelectuales, Pensamiento y Partido”, y el debate fue publicado en la revista Cuadernos Marxistas de octubre del 2000. Del evento participaron Emilia Segotta, Ariel Bignami, Roberto Vallarino, Juan Azocoaga, Jorge Enea Spilimbergo, Néstor Kohan, Jorge Alberto Kreyness y José Schulman entre otres.

Hoy, a 22 años de aquel encuentro, una vez más podemos encontrarnos con el pensamiento de Giudici.

Segunda parte: Cincuenta años de historia argentina en una Carta, y una sola decisión.

Carta a mis camaradas” es la obra más trascendente de Ernesto Giudici, y no es para menos. Lo que dice, el hecho de presentar una renuncia al partido político en el que se milita por más de 40 años, el contexto de su publicación (el verdaderamente histórico año 1973 argentino), son las características que le otorgan a este libro el lugar más visible en la obra de Giudici.

La primera impresión es difícil de olvidar, y es imposible leer la Carta sin sentirse interpelado. Giudici arranca con una fenomenal introducción en la que descarga su bronca, su enojo y también su tristeza por renunciar al Partido Comunista.Giudici, Ernesto. Carta a mis camaradas. El poder y la revolución. | CEDINPE - Centro de Documentación e Investigación acerca del Peronismo

“Mi renuncia implica una divergencia a nivel del Comité Central, es decir, de la dirección. Es un problema de fondo. No es de “matices". Es de perspectivas contrapuestas”

Pero hay también esperanza. Esperanza en que el marxismo es la guía para la revolución, y esperanza también en las próximas generaciones de comunistas.

“Mi actitud está en la línea de la verdadera y honrosa tradi­ción revolucionaria desde la fundación misma del marxismo. La teoría se desarrolla en el análisis del proceso histórico, y solo así se lo encauza y dirige. En el propio marxismo hay contradicciones internas y en él se ha distinguido, con razón, la actitud creadora y la actitud conservadora.”

En su renuncia Giudici reivindica al marxismo, y reafirma una distinción con la que trabaja hace años: marxismo creador vs marxismo conservador. Con distintos adjetivos, a lo largo de su producción militante Giudici opondrá un marxismo creador, que reivindica la revolución cubana, al Che Guevara, que es antiliberal, que es antirosista sin ser antiperonista, que diferencia al dirigente peronista burocrático de las masas peronistas que luchan por la revolución, frente a un marxismo conservador, deudor del liberalismo mitrista y sarmientino, que reivindca la unión democrática, que desconfía de las luchas populares latinoamericanas, que busca sus explicaciones a la realidad argentina en los manuales soviéticos.

“Yo quiero profundamente al Partido Comunista, al cual di mi vida, y al irme de él he refirmado públicamente “el orgullo revolucionario de mi militancia durante cuarenta años”. Pero ser revolucionario es también tener deberes que van más allá de uno mismo y hasta de nuestra propia vida individual.”

Giudici no renunciará simplemente como un acto de renuncia al partido comunista, sino también como una reivindicación de su búsqueda de lucha revolucionaria. Así, para Giudici los motivos que lo alejaron del Partido Socialista hacia el Partido Comunista, se aparecen 40 años después, ahora desde el Partido Comunista.

“Cuarenta años duros de militancia en el Partido y una re­nuncia. Aparentemente, lo uno se opone a lo otro. En la reali­dad, es lo mismo.”

Pero Giudici no solamente refiere a una crisis del PC en tanto PC, sino que entiende a la crisis como una tensión constante en el marxismo. Si hay una crisis en el marxismo, ¿cómo no va a haber crisis en un PC? Lo importante es qué actitud se toma ante la crisis. Y la actitud de Giudici no es la renuncia al partido, es la persistencia a poner sobre la mesa las crisis que deben ser superadas.

“Camaradas: ¡cómo se va pareciendo el Partido Comunista que hoy dejo a aquel Partido Socialista que dejé hace cuarenta años! ¿No creen ustedes que esta amarga reflexión debe ser tenida en cuenta aunque sea para descartarla luego? La idea socialista, aun todavía en la socialdemocracia de una época, era grande, pero luego más decidía su aparato.”

El grueso en palabras de la Carta a mis camaradas es un repaso por la historia. Giudici expone cronológicamente una serie de momentos álgidos de la política argentina en la que su posición y la del partido fueron distintas. Giudici vive estas diferencias como todo militante de una organización marxista: de una firme valoración del centralismo democrático a una ponderación del colectivo por sobre el individuo, las formas en las que Giudici metaboliza las diferencias con el partido y la forma en la que el mismo partido metaboliza las diferencias entre sus miembros con el colectivo partidario avanzan mientras se sucede la praxis política y militante.

Giudici hace este recorrido con una muy clara intención: demostrar que su renuncia no es un capricho de una mañana, sino que fue, en su decir “eso que se llama la gota de agua, el fenómeno desencadenante, el trueno que anuncia la tormenta, el malentendido que parece desatar la guerra.” Y es que la gota que derramará el vaso no fue tanto una posición política en las antípodas del pensamiento de Giudici, sino la clara intención de controlar y cercenar su pensamiento, de quebrar su espíritu crítico.

Aquel era otro partido, era otro marxismo. El sectarismo, el burocratismo, el manualismo soviético, eran realidades imperantes. Giudici renegará del mando de tropa intelectual. De tener que pensar distinto porque así se lo ordena una jerarquía partidaria.

Porque además, y como demuestra Giudici en su Carta, un partido comunista con un marxismo conservador poco puede aportar a transformar la realidad argentina. Los jóvenes que se suman a luchar por la revolución no se suman al partido, observa Giudici. Y el mismo partido ejecuta decisiones que lo alejan de las masas que luchan, de los obreros sindicalizados, de los estudiantes rebeldes, y que incluso ponen al partido a trabajar electoralmente junto a los sectores que se distancian de ese pueblo dinámico.

Esa es la advertencia de Ernesto Giudici. Resume muy bien Jorge Kreyness al decir que: “Ernesto era rebelde también adentro del partido, en un partido donde la tradición que asumimos y que estamos tratando de criticar proponía un tipo de militante que tuviera elementos de rebeldía hacia afuera, pero que fuera dócil y aceptara las directivas adentro. Esta contradicción ponía en tensión a muchas personalidades y conformaba un tipo de militante aceptador de consignas o directivas, “disciplinado”, que al final terminaba incluso perdiendo la combatividad en relación al enemigo.”[3]

A 50 años de la publicación de “Carta a mis camaradas” más que rastrear las opiniones e impresiones que produjo la publicación de la misma, estamos en condiciones reales de un ejercicio mucho más interesante: realizar un balance de cómo la Carta a mis camaradas y el pensamiento de Ernesto Giudici aportaron y continúan aportando al ideario y a la praxis de les comunistas de Argentina. En el 2000, a 27 años de 1973, se realizó la mencionada actividad de Cuadernos Marxistas. Hoy, a 22 años de esa actividad y a 50 años de los hechos de 1972 y 1973, este breve ensayo viene a acercar una vez más el pensamiento de Ernesto Giudici a sus camaradas. Tal intención no es azarosa y mucho menos caprichosa, tiene por objetivo acercar un pensamiento local, un pensamiento desde el partido, un pensamiento camarada, fraterno, marxista, y que puede darnos valiosos aportes a nuestro quehacer cotidiano como militantes que luchan por ma revolución social.

Merece unos párrafos la relación de Ernesto Giudici y el XVI Congreso del Partido de 1986.

Patricio Echegaray en una entrevista en una Escuela de Formación del partido, más tarde publicada como folleto (El Viraje), afirma que “Ernesto Giudici tiró un manifiesto importantísimo y antecesor directo de muchos de los debates del XVI Congreso”. En tal dirección, si el XVI Congreso en parte fue una actualización de la caracterización del capitalismo argentino y del tipo de revolución necesaria, de la valoración del sujeto de la revolución, y de la herramienta organizativa necesaria para tal revolución, las reflexiones de Ernesto Giudici a lo largo de toda su obra van en dirección hacia las tesis del XVI Congreso.

En su obra “Imperialismo inglés y liberación nacional” de 1939, Ernesto Giudici da por tierra la caracterización de “semifeudal” que concluía la necesidad de una revolución democrático burguesa en argentina, y por lo tanto de la necesidad de un Frente Democrático Nacional con los sectores progresistas de la burguesía.

Treinta años más tarde, en Carta a mis camaradas, Giudici sentenciará que “"Frente democrático nacional”, “gobierno de amplia coalición democrática” deberían ser ya reliquias de museo.”  Para luego concluir que su postura es “A una fórmula agraria antiimperialista que en realidad confiere la hegemonía de la revolución a la burguesía, oponemos una revolución en la que la liberación nacional es ya en parte anticapitalista y socialista.”

También sus reflexiones sobre el sujeto de la revolución serán terminantes: “Lo nuevo, revolucionario, que surge en él país es inmenso, se extiende y no viene al Partido. O el Partido se ubica en esa nueva situación o desaparece revolucionariamente. Y yo lucharé por la revolución dentro o fuera del Partido.” Se refiere Giudici a las masas juveniles estudiantes y trabajadoras que se suman a luchar desde el peronismo, desde el PRT, pero no acercan al Partido Comunista. Aclara Giudici que no hay que valorar a estas masas en si mismas, pero tampoco hay que despreciarlas por su comprensión distinta del marxismo.

Surge una juventud que se orienta hacia el marxismo, que no es doctrinario ni puro. Es intuitivo, en él se pueden cometer errores, pero nosotros debemos comprenderlo para llevar el proceso a una verdadera revolución. Los que se sorprenden por esta irrupción masiva es porque no venían apreciando la profundidad del proceso, el desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución. Es porque se procedía con esquemas cerrados, diciéndose a veces que estaban dadas ciertas condiciones objetivas y que luego ven­drían las condiciones subjetivas, sin tenerse en cuenta, como la propia revolución cubana lo demuestra, que las condiciones objetivas también se crean en la interacción de ambas.”

Como se verá, la preocupación constante de Ernesto Giudici es la unidad de las fuerzas revolucionarias. Por si no se entendió, él dirá con claridad “Fui claro al referirme a los grupos peronistas como los Mon­toneros, al ERP y a otras fuerzas marxistas, es decir, a la uni­dad de las izquierdas.”

Es justo aclarar que la caracterización del capitalismo dependiente en Argentina como semifeudal no fue exclusiva del Partido Comunista, sino que otras fuerzas e intelectuales compartían tal caracterización, así como las reflexiones de Giudici no son mera responsabilidad ni creatividad suya, sino que se inscriben un debate de época signado por el surgimiento de los nacionalismos populares, de la revolución cubana, de intelectuales marxistas críticos de las visiones dogmáticas predominantes en muchos partidos comunistas.

Tercera parte: Ideas principales de Ernesto Giudici para nuestra etapa. Una extracción de reflexiones vigentes.

Con el fin de ir concluyendo este breve ensayo sobre el pensamiento de Ernesto Giudici, en esta tercera parte nos centraremos en algunos aspectos nodales de su pensamiento que pueden sernos útiles en nuestra etapa política.

Es importante señalar que el pensamiento de Ernesto Giudici es holístico, totalizante. De su estudio pueden desprenderse aportes para pensar las crisis partidarias, las crisis en el marxismo. Pero no todo es crisis, también aporta a cómo debe ser un militante revolucionario, como debe organizar los debates un militante comunista. Giudici debate acerca de qué es ser comunista. A razón de ser sintéticos, a continuación se presenta una extracción, más bien una pequeña selección, de extractos de textos de Ernesto Giudici, para terminar de presentar su pensamiento. Gran parte se encuentra también en la parte dos de este ensayo, sobre Carta a mis camaradas.

Primero la comprensión del nacionalismo popular. En su obra “Imperialismo inglés y liberación nacional” Giudici realiza un destacado análisis del accionar fascista sobre las masas. Su objetivo es discernir lo que es propaganda fascista de las reivindicaciones honestas de las masas seducidas por el discurso fascista. En sus propias palabras:

“Hay que bajar al seno de los movimientos populares para comprender por qué razón mucha gente se ha sentido inclinada hacia el fascismo. En parte lo ha hecho obligada por las circunstancias; en parte también porque no todos los intereses sociales —en ese caso, antibritánicos ante la extorsión del imperialismo inglés— hallan su justa expresión política, su expresión política más adecuada. Hubo una época en que todos los movimientos populares, entre ellos el del nacimiento de la burguesía en Europa, traducían sus anhelos de acuerdo a sus creencias religiosas o los intereses de la Iglesia. Pero esa expresión religiosa fue lo transitorio; lo perdurable era la revolución económica y política que se operaba en el serio de la vieja sociedad. Bien. Algo semejante ha ocurrido con el fascismo en el clima político de la postguerra: muchos anhelos populares creyeron tener cabida en la expresión programática y demagógica del fascismo. Muchos movimientos de liberación nacional, vagamente expresados, se volcaron en los cuadros de la organización fascista por una necesidad igual a la que en otra esfera, obligó al imperialismo alemán a adoptar la forma fascista de lucha para, en lo internacional, abrirse paso en un mundo dominado por Inglaterra y Estados Unidos —países “pacifistas” porque estaban ahítos, satisfechos— y en lo interno, sofocar toda acción del proletariado y capas populares. Lo fascista en este caso imperialista es lo transitorio; lo que vale, lo que es motor y norte, es el imperialismo que, por no tener color político, adopta en cada etapa o tarea la forma política que mejor conviene a sus intereses; ora democrática como Inglaterra, ora fascista como Alemania.Imperialismo Ingles Y Liberación Nacional De Ernesto Giudici | Cuotas sin interés

Hay que ver y apreciar que, muchas veces, detrás de esa ideología fascista late un anhelo de masas, que por ser de masas poco importa que sea fascista o no por cuanto en el propio movimiento de masas, desarrollado con prescindencia de la ideología reaccionaria que le quieren algunos atribuir —por lo que hay que buscar contacto, con él, con ese movimiento—, cabe la necesaria rectificación política. Hay capas populares que pueden creer luchar contra la oligarquía dentro del fascismo; luchan a su modo y según sus debilidades políticas; y nosotros no podemos rechazarlas, sino que debemos ir hacia ellas para convencerlas de su error. Esas capas sufren tanto y generalmente más que las demás capas populares. La lucha no puede estar dirigida contra ellas, con el pretexto de librar una batalla contra el fascismo, sino con ellas contra la oligarquía y el dirigente o teórico fascista, ambos más unidos de lo que aparenta ser.

Este esclarecimiento político es impostergable en la actual situación. La confusión emana de ciertos elementos de juicio que no se rebaten a diario porque es más cómodo incluir masa e ideología fascista, errores políticos y francas intenciones reaccionarias, en un mismo bloque.”

Un marxismo creador. Principalmente en dos obras Ernesto Giudici aboga por un marxismo creador frente a un marxismo conservador, la forma general en la que se referirá a dos actitudes en el campo del marxismo. Muchas veces utilizará distintos adjetivos para referirse indistintamente a las mismas cuestiones (marxismo dogmático, estalinista, estatua). Estas dos obras son la “Carta a mis camaradas” y “Alienación, marxismo y trabajo intelectual”, ambas de 1973.

En la segunda parte de Carta a mis camaradas, titulada “Hombre, teoría y ser revolucionario”, Ernesto expone por varias páginas:

“Estoy razonando en la línea histórico-lógica del método, de la filosofía del marxismo, en que la teoría es el conocimiento de las leyes de la realidad que cambia y progresa. El dog­matismo es lo inverso: una concepción, una idea, una doctrina se impone a la realidad y en esa prisión la realidad verdadera se extingue. Esa idea impuesta puede llamarse dios o socia­lismo. Es lo mismo. Dar vuelta a Hegel, como se ba dicho, para que la Idea sea Materia, pero en una concepción circular y hermética, es lo mismo; y puede ser peor porque, en el caso del socialismo y en nombre de él, se atenta contra el ideal, hecho ciencia, más grande de la humanidad. Stalin y sus obse­cuentes han hecho mucho mal en el marxismo; Stalin es esen­cialmente antileninista frente a un Lenin que es, él mismo, como persona, esa línea histórico-lógica del conocimiento que se eleva en la actitud creadora.

Como ustedes ven, estoy en la línea de Marx y de Lenin, no en la de Stalin. En el Partido Comunista de la Argentina, como en otros partidos del mundo, ha primado Stalin sobre Lenin, el dogmatismo sobre la historia. Abordemos, pues, el proble­ma en toda su magnitud y trascendencia, y si debemos ir al plano general de la teoría, vayamos a él en actitud creadora, superando parcialidades y afrontando la incomprensión. Yo no me detendré ante nada. Hay una nueva realidad en el mundo y ella nos reclama sepultar un pasado, que es parte del presente; estamos ante la revolución más grande en la cabeza de los hombres, en el hombre mismo, y yo concibo al comunismo como el medio, el único en la sociedad clasista, que tiene la responsabilidad histórica de que, socialmente, la libertad de cada persona en la satisfacción de sus necesidades sea la escala más alta de valores; y ese es el paso a esa grande y nueva revolución en la cabeza de los hombres.

Lean ustedes a Marx, camaradas, que en Lenin es la síntesis más alta de la teoría y la acción. Marx es en primer término filósofo y su economía política es parte de su filosofía. El hombre es lo primero y él debe conocer la economía para cam­biar revolucionariamente la sociedad y poder ser entonces lo que su. propia historia le va exigiendo que sea. Sin la filosofía de Marx, El Capital sería tan solo un texto de especialista. La filosofía de El Capital es el porvenir del hombre. El conoci­miento maduro, que aspira a la precisión matemática, en ese momento del siglo XIX (El Capital) no suprime aquella primera rebelión intelectual, juvenil, hegeliana de izquierda en que el proletariado deviene la gran fuerza contemporánea que decidirá filosóficamente el drama histórico de la liberación del hombre en la posible realización plena de la personalidad. La tragedia goethiana queda así superada; la vida y el saber no se contraponen. Cada persona es una unidad integrada en sí misma.

Razonemos así, camaradas.

Entonces podemos dialogar en un mismo idioma.

Si este idioma no fue o dejó de ser el idioma del Partido, esto no quiere decir que no pueda ser o volver a serlo. La condición es que en el Partido deje de regir el reformismo y triunfe el marxismo-leninismo y, en esta dirección, el marxis­mo-leninismo se proyectará en la línea de su propio desarrollo histórico.

En el idioma de la escolástica no nos entenderemos. Por ejemplo, hablando quince minutos en un Congreso —supon­gamos, el XIV° Congreso del Partido— es difícil que uno se haga entender si quiere exponer un examen global que va del método a la definición clasista del desarrollo argentino, a la etapa actual, a la realidad política y al frente unitario requeri­do por un objetivo preciso. Si esto hubiera estado en las Tesis, tal vez el análisis se podría ahorrar. Pero las Tesis, ya viejas, amontonaban datos y no trazaban líneas. En una mención barroca de todo se define muy poco. ¿No les parece, camara­das, que en un partido que quiere ser vanguardia del prole­tariado se debe plantear en primer término el problema de por qué no avanzamos lo necesario en la clase obrera y el movimiento sindical? ¿Y es acaso perder tiempo en las tareas prácticas preguntamos por qué si no supimos atraer a las ma­sas que fueron al peronismo en 1945, tampoco lo supimos a casi treinta años después? ¿Por qué, de esos tres millones de jóvenes que fueron al peronismo, y en general reclamando la patria socialista, una buena parte no vino al Partido? Esto fue lo que yo planteé al secretario general para que lo consideráramos. Pero ustedes ya lo leyeron. Me alejaron aun más y difundieron que mi estado era emocional.

Tesis que eluden esos problemas y Congreso que tampoco los trata, desde las raíces teóricas, devienen, dentro del dogmatismo cerrado, simples tribunas empíricas de hechos aisla­dos. Ahí falla un método; es que otro contenido, otra ideolo­gía, impone otro método.

Por su parte, en el libro “Alienación, marxismo y trabajo intelectual”, Giudici sintetiza de manera audaz lo que es sectarismo:

"El sectarismo es una limitación que reside en afirmar sólo lo propio y negar todo lo ajeno, restringiendo así lo propio porque algo de lo considerado ajeno nos pertenece. Algo de la burguesía pertenece también al proletariado. El oportunista salta al extremo opuesto, pero el sectario no lo supera. Ambos se debaten en una misma limitación teórica: son dos extremos de ésta.

Es sectarismo rebatir una interpretación ajena desconociendo al mismo tiempo la realidad en que se basa. La realidad subsiste a pesar de su negación y esto, en lugar de debilitar el argumento rebatido, le da nueva fuerza. No hay mejor aliado que el enemigo unilateral.

Esa es la crítica negativa, total. La crítica positiva extrae del conjunto lo que sirve a un desarrollo. Así vence al contrario y desarrolla lo propio. La crítica negativa ensancha el campo enemigo. Lo que el sectario no explica lo seguirá explicando el opuesto a su manera y quien, entre ambos modos de razonar, busque un camino, preferirá el que mejor explique el conjunto.

La negación sectaria de un problema es también un agravio a la víctima que lo sufre y un estímulo a encerrarse más en él."

Un humanismo para la desalienación. El pensamiento de Giudici puede inscribirse en una corriente mundial que debatió sobre la alienación. En 1956 con la muerte de Stalin y la publicación de Los Manuscritos Economico-Filosóficos de 1844 de Karl Marx, el debate sobre la alienación alcanza un nivel mundial. Giudici es uno de los autores que debate sobre el tema los años siguientes, e incluso llega a intercambiar cartas con el destacado filósofo argentino Carlos Astrada. En ese intercambio Giudici dirá:

“Los comunistas no rehúyen –no deben rehuir- los problemas concretos de la vida. La vida es dolor y alegría; es también contradicción íntima y angustia. Pero todo se supera en la vida misma cuando ésta es encauzada en una dirección dialéctica y creadora. El vivir es un problema. Una cosa es conocer la dialéctica de las cosas y otra es tener conciencia de nuestra propia dialéctica de la vida. O sea: tener conciencia de la muerte. La conciencia de la muerte es la condición para tener conciencia de que vivimos. Sólo se sabe que se vive cuando se sabe que se muere. La conciencia del vivir supera la conciencia del morir. El problema es cómo vivir. No se puede mantener la ficción del vivir deteniéndonos en el esquema lógico de una situación dada con la pretensión de inmortalizar el pensamiento en formas muertas. El pensamiento individual como las cosas que refleja y la vida de la cual es consciencia, muere en cada momento en el proceso general del conocimiento que perdura. Pero las cosas renacen con la transformación y así también el pensamiento, dejando de ser, es otro pensamiento, renovado y superior. El hombre vive al transformarse y sobrevive en la obra que deja. No puede aspirar a otra inmortalidad, pero esto es ya una inmortalidad. Es la mejor inmortalidad: es la humana inmortalidad en la obra creada.”

Esto es para Giudici la lucha por la liberación de la especie humana, la lucha contra el capital, la lucha de les revolucionaries y les marxistas contra la explotación.

En su obra “Alienación, marxismo y trabajo intelectual” Giudici reúne trabajos escritos en la década del ’60 y le agrega capítulos nuevos:

“El tema central de estas páginas es un trabajo sobre alienación, publicado en 1964 y que reproduzco. Desde una actitud creadora en el marxismo, polemizo con otras actitudes. Se concentra ahí un conjunto variado de situaciones y en él se cruzan líneas y concepciones fundamentales. ernesto giudici - Iberlibro

Proscripta por el dogmatismo estaliniano, la alienación tratada por Marx en los Manuscritos de 1844 recobra notoriedad al impulso de una corriente antidogmática que se ensancha desde 1956. Pero como el dogmatismo se presenta siempre en y hacia dos extremos, a la negación sectaria de un lado sobrevino alguna exuberancia existencialista e idealista del otro. Yo advertí sobre ello procurando situar el problema en su límite preciso.

En verdad, resistí tentativas y ofrecimientos de reedición porque en el ordenamiento sistemático de mis trabajos, el tema devino parte de un conjunto que titulaba “todo lo humano”. La alienación era la mutilación más dramática y hasta trágica de ese todo humano. Hoy por razones editoriales relacionadas con necesidades militantes, desgloso la alienación de ese conjunto pero, entonces, al reeditar lo escrito en 1964, debo ubicarlo en un ámbito teórico mayor.”

Más adelante, en una síntesis asombrosa, Giudici explica la relación que hay entre supresión de la propiedad privada y liberación de la humanidad, y como esto constituye un acto de desalienación que libera las aptitudes creativas del ser humano:

“… la aptitud creadora es actitud consciente desde el ángulo superior de un objetivo propuesto sobre y en la realidad natural; y esa relación contradictoria implica la creación de otra realidad: la realidad del hombre, del mundo creado por el hombre en el cual la naturaleza deviene lo inferior. El desconocimiento de esta nueva realidad histórica conduce al paralelismo metafísico: en una línea el idealismo, en otra, el materialismo. El “reflejo” desde esta línea es mecánico, y también lo es el materialismo histórico desde una base económica que crea la sociedad sin tenerse en cuenta que, antes, es el hombre el que ha creado esa su propia base económica. La creación es interacción dialéctica. La metafísica es ahí más unidad que contradicción, más igualdad que diferenciación; o sólo eso: unidad e igualdad estática, “amplia”, infinita.

 El idealismo y el materialismo, en el paralelismo metafísico, se superan dialécticamente al mismo tiempo restableciendo la interacción contradictoria desde el ángulo superior de una aptitud-actitud.

Ahí, en esa relación objetivo-subjetiva, debe comprenderse la praxis de Marx, más cerca del idealismo objetivo dinámico que del materialismo mecanicista, pasivo. Es el Marx joven e impetuoso de los Manuscritos y, después, el Marx viejo y sistemático de El Capital: siempre único. En el concepto de alienación éste es otro grado: en la realidad creadora e históricamente creada de la economía política. Ella se remonta a los orígenes mismos del hombre y debe, pues, considerarse antes la sociedad primitiva sin clases y después la sociedad dividida en clases. La alienación humana no nace con la división clasista: es anterior. Debe tenerse encuentra un hecho cronológicamente real: todavía en 1847, en la primera redacción del Manifiesto Comunista, Marx y Engels partían históricamente del antagonismo inicial de clases; el conocimiento de la sociedad primitiva sin clases sería revelado por Morgan más tarde; y Marx y Engels, científicos, lo incorporan al suyo y así se modifica el comienzo del Manifiesto: la afirmación general clasista parte de la “historia” escrita, no de la prehistoria. Este hecho es frecuentemente ocultado por los dogmáticos repetidores de textos: si hacen una teoría científica una cuestión de “lealtad” o “fidelidad” admitir un error es derribar una estatua y ellos son sólo leales y fieles a las estatuas.

Debe, pues, corregirse un conocimiento histórico de 1844. Marx mismo lo corrigió.

Debe partirse del hombre primitivo. Y, más aún, del hombre en su primera diferenciación en la naturaleza y ante el animal.

Allí debe ubicarse el trabajo físico. La aptitud intelectual del hombre, creadora, se desarrolla también específicamente, a través del trabajo físico. Aquí situamos al Marx económico y su particular descubrimiento científico: el hombre, por el trabajo, crea instrumentos técnicos y el conjunto contradictorio fuerzas productivas-relaciones de producción será estructuralmente la base de la sociedad humana, y esto explicará la posterior división de la sociedad en clases y la reunidad superior en la sociedad socialista. Toda la historia, a partir de la sociedad primitiva, entrará así en la comprensión científica. A través de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y de cambio y de su socialización, la persona humana retoma la línea del hombre primitivo y en un nivel superior se eleva como personalidad libre y creadora.”

Palabras finales

Este breve ensayo ha tenido como objetivo el difundir el pensamiento de Ernesto Giudici en las venideras generaciones de militantes comunistas. Para ello hemos fundamentado la elaboración del ensayo, recorrimos la biografía de Ernesto Giudici, nos detuvimos en su obra más destacada (Carta a mis camaradas) y nos atrevimos a extraer y acercar (o en lenguaje popular, copiar y pegar) una serie de reflexiones de Ernesto Giudici con el fin de acercar aún más la bibliografía giudicieana a les lectores.

La lectura de Ernesto Giudici trae consigo un repertorio de debates útiles al qué hacer de una organización revolucionaria y de militantes que quieran ser revolucionaries.

Bibliografía:

  • Giudici, Ernesto:
    • Imperialismo inglés y liberación nacional, 1940
    • A propósito de un libro de Carlos Astrada, en Cuadernos de Cultura n° 28, marzo de 1957.
    • Carta a mis camaradas, 1973
    • Alienación, marxismo y trabajo intelectual, 1973
  • Cuadernos Marxistas n° 8, año 2000:
    • Jorge Kreyness: “Ernesto Giudici: la disciplina y la rebeldía.”
    • Néstor Kohan: “Ernesto Giudici en la cultura de izquierda argentina”
    • José Schulman: “Valoración de Ernesto Giudici.
  • Patricio Echegaray, Sobre el Viraje del Partido, año 2000 (folleto)
  • Néstor Kohan:
    • “Ernesto Giudici, herejes y ortodoxos en el comunismo argentino”, capítulo de “De Ingenieros al Che, ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano”, disponible en: https://rebelion.org/docs/13312.pdf
    • “Ernesto Giudici, comunismo e insurgencia en la cultura de las izquierdas argentinas”, capítulo de “Tradición y cultura crítica”, disponible en: https://www.rebelion.org/docs/138117.pdf

 

[1] En “De Ingenieros al Che”, de Néstor Kohan, en el capítulo dedicado a Ernesto Giudici.

[2] Folleto sobre El Viraje del PCA, Patricio Echegaray, año 2000.

[3] Ernesto Giudici: La disciplina y la rebeldía, artículo de Jorge Kreyness en la revista Cuadernos Marxistas n° 8 del año 2000, en el homenaje a Ernesto giudici.